Una noche aciaga decidimos andar,
enturbiando el camino hacia dios sabe
que lugar,
pasos briosos, acompañando el viento
nuestro caminar.
Llegamos donde todo vale, donde los
trinos son un refrán,
mano en botella y hielo por vaso para
comenzar a calentar,
poco a poco, trago a trago, cuando el
tiempo comienza a pasar,
la primera de estas hadas que en un
trozo de plástico se va.
Sigue el aire rumbo al este, camino
occidental,
cuando cientos de jolgorios comenzamos
a escuchar,
frases carentes de sentido en un rincón
de algún lugar,
tres nuevos pitidos y el camino vuelve
a comenzar.
Encallamos en la bahía de algún
puerto de bar,
tranquilamente llega el sello de
nuestra inmunidad,
bebida transparente y entre el vaso de
llegar,
flor vaquera escrita de negro,
caminando al compás.
Horas de malabares y de magia sideral,
poco a poco las luces se comienzan a
levantar,
camino recto hacia el sueño, como
siempre y un día más,
esperando que en esta historia aún no
esté escrito el final.