“Hoy, como siempre
sigo obcecado en mis empeños, mis virtudes y mis deseos. Llevo
escribiendo sesenta años y nunca mis obras han visto la luz...
¿Para qué saturar
de información lírica mentes que no pueden comprender la fruta de
mi pasión?. Con mi pupilo, mi propio nieto paso mis horas en mi
librería, él escucha mis historias, las interpreta, se inventa sus
fantasías... Y eso es para lo que cualquier señor honorable y
escritor desea que sus obras sirvan. Para eso y para enriquecer los
nidos donde descansan los pajaritos de la información de las
personas, aunque muchos piensen que carecen de ellos.”
Tres años después
de este monólogo Grand Peré falleció. Nadie lloró por él más
que su nieto, nadie lo conocía siquiera ni sabía quién era. Antes
de morir Grand Peré escribió su última obra, incompleta al final,
“Sueños de cristal”.
Una
novela de ideología ciega, quienes la tuvieron en sus manos aseguran
que estaba impregnada en rencor y soledad, tan profundamente estaba
arraigada a sus propios escritos que cualquier persona que la leyese
por muy cuerda que en un principio estuviese acababa demente, no una
demencia controlada, como esa demencia senil, sino una demencia de
locura desatada. Quien los vio asegura que eran auténticos
monstruos, monstruos que se hallaban siempre rondando su misteriosa y
oscura librería. Hasta que un día todo acabó, ¿cómo y porqué?
Solo yo sé la verdadera razón. Fue desde el seno del problema,
desde esa librería, nadie a parte del espíritu de mi abuelo pudo
haber encontrado tan bella manera de echar a arder las obras que
significaban su vida.
¿Esto
quiere decir algo importante? No lo se yo, quien siendo el nieto
preciado de aquel señor ahora me encuentro sumido en mi mundo,
¿loco? Yo no lo se... pero sí que me encuentro en el lugar que él
siempre quiso que me hallase, aunque con diferente estructuración.
Me encuentro en las ruinas de su preciosa librería, aquella que
ardió y dónde encima de la cual construyeron el psiquiátrico en el
que ahora me encuentro interno debido a sus demencias más que a las
mías propias, debido a que él se volvió Quijote dejando mi mente
en sus profundos razonamientos ilógicos. Repito, ¿Loco?...
Solo
dos días a la semana... Ayer y mañana.
"Memorias de Ángel Guerrero Barroso"
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