Lo primero volver a pedir perdón por el fallo técnico que he tenido. Ahora voy a contaros este relato:
Avance dubitativa, el quejumbroso gitano se encontraba Zapateando al son de una rimbombante canción. Di tres pasos con tanta cautela como si andando sobre gelatina me encontrase. Observe un gran cáliz, al lado del cuál se divisaba mi premio. ¡Vaya queso!... Un último vistazo al gitano me bastó para corroborar que seguía absorto en sus danzas.
El plan ahora consistía en regresar viva a casa. Oteé la habitación fijándome detenidamente en cada objeto o detalle de valor para mi fuga. Hice mentalmente un mapa y avancé lentamente de nuevo, descendí de la mesa hacia un cojín mullido que se había desplazado silla abajo, cayendo al suelo.
Entonces un suceso que no había previsto aconteció. Por la puerta adyacente a la cocina penetró una neófita gitanilla. Tenía la tez morena, nariz aguileña, los labios con tanta pintura cual cuadro de Picasso podía poseer, su cuerpo más bien orondo y por ropajes una falda que enseñaba más de lo que debía ocultar. Soltó un cacareo asustado al verme:
-¡Ahhh! ¡Pápa, un bicho en la cocina!-
¡Pues vaya forma de nombrarme! ¡A mi a la alta alcurnia de los roedores!. Me sentí ofendida pero como no era momento de protestar... Mis sentidos tocaban a eficaz retirada.
Y bien atiné haciéndoles caso pues cayó una mansalva de escobazos, el primero fue un golpe directo al cojín donde segundos antes había estado mi trasero. Seguí el camino anteriormente pensado cual bólido de carreras. Vi la entrada de mi hogar. Grande... Mayor...- ¡Gigante!-... Y traspasé la linea que separaba mi vida de la segura muerte a manos de los gitanos. Escuché varios improperios de más queridos amigos, pero no le di importancia. Podía descansar otra vez y pensé: "Tal y como la yaya me decía: ¡Que dura es la vida de una rata!"
¡Espero que la halláis disfrutado! :D
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