Cuando todo el mundo calla y se juntan
en caricias las pequeñas miradas,
surge un destello de esperanza.
Esas pasadas frases olvidadas, esas
incongruencias destinadas a la nada.
Todo se junta en el pequeño suspiro
inapelable del corazón,
un último atisbo de calor,
en el segundo frío vacío generado por
la apariencia del amador.
Miríada de tu sentimiento y mi
pasión,
generados entre la gente que se
acaricia,
hueco de la falta de elogios sin
ninguna predisposición,
que esconden los bandidos que nos
miman.
Ese momento que te hace ser el suelo o
el sol,
reconociendo los deméritos de alguna
brisa,
la falta de oxígeno en tus ojos
bermellón,
una punzada en el tiempo, que se
detiene con prisa.
Globalización del miedo de alejarse de
la opción,
de la locura en permanente
transigencia, sumisa,
esperando que al juntar los labios con
pasión,
se liberen las esperanzas de marginar
la soledad que brilla.
Tú y yo, fuentes independientes de la
misma enajenación,
umbrales separados de la misma puerta
de alguna sonrisa,
besos mordisqueados entre expresiones
de emoción.
Tu y yo, los que sueñan con la
realidad del amor.
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